opinión
12.07.2011
Series que se atragantan
por Manu Santaella
Empiezas a seguirla con fervor, porque el amigo de fulanito que es primo de menganito y que tiene un colega en yo no sé qué parte de Guirilandia se la trajo y es un auténtico ?pelotazo?. Como vas con retraso, los primeros episodios te los come a gusto, a punto de la indigestión, pero tu estómago en este caso funciona como un procesador i7, digiriéndolo todo fácil y rápidamente.
Llegas al extremo de continuar tu ?aventura? bajándote las series en inglés porque casi todas, bueno no, todas (directamente) están rodadas en la lenguaje de Shakespeare (pero también de Bush: ?I know the human being and fish can coexist peacefully?). Y te vuelves ?agilipollao?, convirtiéndote en protagonista tú también de esa serie, porque tu vida es demasiado aburrida o triste o carente de emoción o, simplemente, porque te has vuelto medio tarumba con la serie de los huevos.
Así puedes estar durante uno, dos, tres años... Y de repente, como el acido acit..., bueno, cojones, como la aspirina en el agua, tu interés se diluye, y dejas de encontrar el hueco que antes te sacabas hasta del ojete para continuar viendo la dichosa serie.
En ocasiones, la serie tiene un final de temporada tan atroz, que te sientes engañado, rollo final de Héroes de la primera temporada. En otras ocasiones, toma derroteros que habría que moler a palos a los guionistas (que me perdonen); el ejemplo típico fue la infumable segunda temporada de Prison Break. También te podría ocurrir que le tomaras antipatía a un personaje en concreto que te incapacita para continuar con el martirio: a mí me pasó con Susan Mayer en Mujeres Desesperadas. De los casos más curiosos tendría lugar cuando una serie llega al culmen creativo antes de tiempo: el conjunto de episodios 3 y 4 de la tercera temporada de Battlestar Galactica son tan monumentales (Exodus), que ya casi como que quería evitar que me humanizaran al mito. Algo parecido me ocurrió con el primer episodio de la sexta temporada de House, cuando el carismático doctor vivió una aventura análoga a la de Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco.
Casi para acabar, está Twin Peaks, que ésa no sé dónde coño meterla (tampoco a David Lynch, que es capaz de provocarte diarrea mental)... Y después, tenemos las que esperan hasta el último capítulo para provocarnos una completa decepción (atención, spóiler): ¿de verdad que todas las múltiples tramas de Lost se resolvían con un tapón-cisterna que decidía el Destino de la Humanidad? En fin, siempre nos quedará Sheldon Cooper... ¿o serán capaces de estropeárnoslo?
Llegas al extremo de continuar tu ?aventura? bajándote las series en inglés porque casi todas, bueno no, todas (directamente) están rodadas en la lenguaje de Shakespeare (pero también de Bush: ?I know the human being and fish can coexist peacefully?). Y te vuelves ?agilipollao?, convirtiéndote en protagonista tú también de esa serie, porque tu vida es demasiado aburrida o triste o carente de emoción o, simplemente, porque te has vuelto medio tarumba con la serie de los huevos.
Así puedes estar durante uno, dos, tres años... Y de repente, como el acido acit..., bueno, cojones, como la aspirina en el agua, tu interés se diluye, y dejas de encontrar el hueco que antes te sacabas hasta del ojete para continuar viendo la dichosa serie.
House M.D.
En ocasiones, la serie tiene un final de temporada tan atroz, que te sientes engañado, rollo final de Héroes de la primera temporada. En otras ocasiones, toma derroteros que habría que moler a palos a los guionistas (que me perdonen); el ejemplo típico fue la infumable segunda temporada de Prison Break. También te podría ocurrir que le tomaras antipatía a un personaje en concreto que te incapacita para continuar con el martirio: a mí me pasó con Susan Mayer en Mujeres Desesperadas. De los casos más curiosos tendría lugar cuando una serie llega al culmen creativo antes de tiempo: el conjunto de episodios 3 y 4 de la tercera temporada de Battlestar Galactica son tan monumentales (Exodus), que ya casi como que quería evitar que me humanizaran al mito. Algo parecido me ocurrió con el primer episodio de la sexta temporada de House, cuando el carismático doctor vivió una aventura análoga a la de Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco.
Prison Break
Casi para acabar, está Twin Peaks, que ésa no sé dónde coño meterla (tampoco a David Lynch, que es capaz de provocarte diarrea mental)... Y después, tenemos las que esperan hasta el último capítulo para provocarnos una completa decepción (atención, spóiler): ¿de verdad que todas las múltiples tramas de Lost se resolvían con un tapón-cisterna que decidía el Destino de la Humanidad? En fin, siempre nos quedará Sheldon Cooper... ¿o serán capaces de estropeárnoslo?
Manu Santaella
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