opinión
La implosión del cine de género español
por Daniel Romero
Llevamos unos cuantos años (quizá desde aquel célebre festival de Sitges de 2007) destacando el éxito internacional de nuestro cine fantástico, de la fuga de cerebros que ha llevado a directores como Gonzalo López Gallego (Apollo 18) o los hermanos Pastor (Carriers) a rodar fuera de nuestras fronteras, con éxitos que han conseguido alzarse en lo más alto del boxoffice norteamericano (sin olvidar que el artífice de dicho hito, Jaume Collet Serra, ha sido formado desde sus orígenes en Estados Unidos). Existe una tendencia a valorar el éxito de nuestro cine no sólo a través del baremo de la taquilla, sino de su proyección al otro lado del charco. Si algo está rodado en inglés, el prestigio parece mayor. Hasta hace unos pocos años, pese a que directores como Álex de la Iglesia, Agustí Villaronga, Alejandro Amenábar, Guillermo del Toro o Jaume Balagueró adoptaron el cine fantástico como herramienta para contar historias con raíces españolas, existía una barrera invisible que prohibía filmar cierto tipo de películas, por aquello de que en España (y en español), no se podían contar historias así. Aquí existe una tradición de cine fantástico asombrosa, cuya sombra parece descubrirse estos días, pese a haber estado oculta durante décadas para los estudiosos refinados y las revistas especializadas. Eugenio Martín, Jorge Grau o Armando de Ossorio son sólo unos pocos de las decenas de directores que hicieron mucho por eso que algunos analíticos denominan Fantaterror y que no tuvieron la misma fortuna de ser reconocidos fuera de España como Jesús Franco o Paul Naschy (para comprender esto es obligado el visionado de The man who saw Frankenstein cry, el documental de Ángel Agudo). Ahora la historia parece volver a repetirse en este nuevo auge del terror ibérico, pero con un punto de giro interesante y positivo para todos los que soñamos con contar historias de género: el fantástico nacional vuelve a contar con el prestigio de la crítica, tanto fuera como dentro de España, pero sobre todo, tiene al público a su favor.
Que un cineasta con un universo tan particular como Pedro Almodóvar haya apostado por la ciencia ficción y el terror atmosférico en su última producción no es casualidad. El propio director manchego ha dicho que La piel que habito, su peculiar adaptación de Tarántula, no podría haberse rodado años atrás, cuando descubrió la novela de Thierry Jonquet. Se podría decir que el propio Almodóvar hizo un intento en la década de los noventa de introducir el género en España con Acción mutante. Aunque al igual que el Atolladero de Óscar Aibar, la fantástica película de De La Iglesia se engloba más en la comedia que en la ciencia ficción al uso. Cuando hace unos años parecía que lo más parecido a la ciencia ficción que íbamos a poder hacer en España era El gran marciano (película que dentro de unos años se convertirá en referente, ¡tiempo al tiempo!), surgen proyectos tan interesantes como El cosmonauta, la película producida por Riot Cinema Collective a través de crowdfounding. Hasta parece que Isabel Coixet, que a priori habita atmósferas a años luz del fantástico, va a probar suerte con el terror.
Películas como [REC], Los cronocrímenes, Celda 211 o El orfanato han defendido que se puede hacer buen cine de género sin necesidad de recurrir a fórmulas norteamericanas que nos son totalmente ajenas como narradores. Otras como Buried, también demuestran que se puede hacer cine como el de allí con presupuestos razonables para ser sostenidos por nuestra industria. En los próximos meses se avecina una nueva oleada que acabará por afianzar esta tesis: Eva de Kike Maillo (que abrirá el festival de Sitges y acaba de tener una gran acogida en el festival de Venecia); Mientras duermes de Jaume Balagueró (también se podrá ver en Sitges); Extraterrestre de Nacho Vigalondo (que tendrá presencia en San Sebastián, Toronto y Austin); La cara oculta de Andrés Baiz (con guión del español Hatem Khraiche Ruiz-Zorrilla); No habrá paz para los malvados de Enrique Urbizu (en la sección oficial de Donosti); Intruders de Juan Carlos Fresnadillo (rodada en inglés pero con producción española); Verbo de Eduardo Chapero Jackson; El último fin de semana de Norberto Ramos del Val y Lobos de Arga de Juan Martínez Moreno.
Son también muchos los proyectos que se esperan para el año próximo. Pablo Berger acaba de terminar el rodaje de su versión oscura y cañí de Blancanieves; Jorge Torregrosa adaptará Fin de David Monteagudo, una de las novelas españolas del año, con guión de los especialistas en el género Jorge Guerricaechevaría y Sergio G. Sánchez; Juan Antonio Bayona nos relatará la odisea de sobrevivir a un tsunami en The impossible; Rodrigo Cortés se adentrará en una historia sobre mediums en Red lights; Paco Plaza nos asustará otra vez con [REC3]; Javi Ruíz Caldera nos hará reír y viajar a los ochenta a la vez con Promoción fantasma, que cuenta con guión de Cristóbal Garrido y Adolfo Valor; Koldo Serra y Carlos García Miranda quieren fusionar el cine de quinquis con los zombies en Perros muertos; Miguel Larraya rodará After Party, una de terror adolescente y Paco Plaza quiere robar el Banco de España de la mano de los guionistas Rafa Martínez, Borja Glez. Santaolalla y Andrés Koppel.
La lista de directores de género españoles (tanto en el mundo del largo como en el del corto) con proyecto reciente o en marcha es infinita: Miguel Ángel Vivas, Eugenio Mira, Guillem Morales, Denis Rovira, Luis Berdejo, Nacho Cerdá, Chema García Ibarra, Iván Sainz Pardo, Martín Rosete, Manuel Carballo, Iñaki San Román, Oskar Santos, David Muñoz, Adrián Cardona, Suda Sánchez (en cuyo último corto, Chuzos de punta, tuve la suerte de trabajar como ayudante de dirección), Javier Yañez, Iván Villamel, Raúl Acín, Ignacio Martín Lerma, Miguel Ángel Carmona, Raúl Cerezo, Paul Urkijo, Gigi Romero, Miguel A. Refoyo, Paco Cavero, Haritz Zubillaga,Gabe Ibánez, Manuel Martínez Velasco, Javier Chillón... y un largo etcétera.
Incluso las series de televisión, que durante la última década se han empeñado en torturarnos con dramedias y sitcoms forzadas, parecen haberse decidido a apostar por el género. Vampiros, ángeles, demonios, monstruos marinos, superhéroes y hombres lobo pueblan el prime time de nuestros televisores, justo en el momento en el que los libretos y la factura visual empiezan a mimarse más. ¿Será la televisión nacional la próxima ventana de esta nueva edad de oro del género?
El panorama se presenta alentador para los aficionados y los creadores. Ahora más que nunca parece posible escribir diálogos en español sin que las palabras “zombi” o “robot” sean tomadas como un chiste.
Daniel Romero
Daniel Romero es Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid. Ha sido formado en diferentes cursos y talleres por directores de la talla de Enrique Urbizu o Pablo Berger. Ha dirigido numerosos cortometrajes, tanto en video como en 35 mm. De su primera etapa, especializada en trabajos de género fantástico, destacan 'La habitación contigua' y 'El Embaucador', con los que recorrió numerosos certámenes de la geografía española. Durante los últimos años culmina los cortometrajes 'El Descenso' y 'Juan con miedo', este último seleccionado en más de un centenar de festivales nacionales e internacionales y preseleccionado para los Premios Goya. En la actualidad compagina la preparación de varios proyectos de largometraje con su trabajo en el equipo de dirección de la serie de televisión emitida por TVE, 'Amar en tiempos revueltos'.
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