opinión
22.07.2011
El magnetismo del Lado Oscuro
por Manu Santaella
Hartos de ñoñerías, cada vez, aunque sólo sea por modas cíclicas, se imponen modelos de personajes desarraigados, humanos, que lejos del ideal cristiano, tienen su punto (a veces muy alto) de maldad y esa maléfica humanidad confieren al personaje en cuestión un punto adicional a su favor.
El Dr. Jekyll y Mr. Hyde fueron la encarnación suprema de esta dualidad contradictorio o complementaria, según se quiera mirar. El hecho de que un reputado doctor tuviera un alter ego que fuera un completo capullo, hasta llegar a aniquilarlo, convertían a Jekyll en uno de los principales personajes de la literatura del siglo XIX. Esa humanidad, esa capacidad de cualquiera que no sea un reprimido de identificarse con el lado oscuro del doctor Jekyll convertían su historia, su drama, en una referencia. De repente, no todo era blanco o negro, o no todo lo que era blanco era siempre blanco, ni lo que era negro era siempre negro. La persona más bondadosa del mundo podía tener deseos de irse de putas o ponerse furioso y perder la cabeza.
Identificación. Esa es la clave. Muchos hemos tenido la sensación o el deseo de hacer cosas cuestionables moralmente, o directamente delictivas, en un ataque de ira o al vernos atrapados en circunstancias que consideramos injustas. Normalmente no haremos nada y, por ello, nos atraen esos personajes que un día se olvidan de su vida anterior y empiezan a imponer sus normas. Se olvidan de lo políticamente correcto, de lo legal, de lo normal y se dejan guiar por su Lado Oscuro.
Claro que no vale cualquier malo. Ni muchísimo menos. Para que el malvado sea atractivo, tiene que ser alguien que tenga carisma, intelegencia y/o elegancia. Personajes como Vito Corleone en El Padrino, el Coronel Kurtz (también de Brando) en Apocalipsis Now o Darth Vader, en La Guerra de las Galaxias. El malvado al que "adoramos" tiene que tener sus propios principios y, por supuesto, tiene que estar dispuesto a sacrificarse por tales principios.
En las series, el ejemplo supremo actualmente es Dexter. Forense de día, psicópata asesino por las noches. Sigue un código, pero verdaderamente a él no le importa en un principio hacer justicia, sino saciar su sed de sangre. Sin embargo, en nuestra política resultadista, es un tío que elimina "malos".
Otro personaje ambiguo que nos atrae es Benjamin Linus, líder de los Otros y redomado embustero hijo de puta. Con todo, ese hombre paradójico y contradictorio que todavía no sabemos de qué pie cojea ha conseguido abrirse un hueco en nuestro entusiasmo. Si bien, es un personaje perfectamente sacrificable si le va a tocar mucho las narices al que para muchos es el protagonista por excelencia de Perdidos: John Locke.
No nos podemos olvidar de uno que no es malo, pero que sí es polémico y malhablado: nuestro querido doctor House. Si contaran sólo los hechos y no las palabras, prácticamente podríamos decir de House que un entrañable santo hijo de perrilla. Si lo catalogamos sólo por lo que sale de su boca, simplemente se le puede definir como un gran hijo de puta. La sinceridad y la racionalidad hablan por House, y esa combinación, en la "era de lo políticamente correcto" te convierten en un bicho raro y peligroso, un librepensador que no se atiene a normas ni a jerarquías.
Así podríamos tirarnos párrafos y párrafos hablando de personajes e historias, con una pauta común: cansados de los buenos que no son tan buenos, ahora nos atraen los malos que no lo son tanto. Hastiados de valores de los que se mofan abiertamente el sistema y los políticos, preferimos refugiarnos en personajes que se salen de lo "socialmente correcto" (o incluso que permanecen al margen de la ley), pero que no por ello carecen de valores, a los que son leales y con los que son coherentes. Muerto dios, estos pequeños profetas se convierten en la esperanza de cientos de personas aunque sólo sea por unos minutos.
El Dr. Jekyll y Mr. Hyde fueron la encarnación suprema de esta dualidad contradictorio o complementaria, según se quiera mirar. El hecho de que un reputado doctor tuviera un alter ego que fuera un completo capullo, hasta llegar a aniquilarlo, convertían a Jekyll en uno de los principales personajes de la literatura del siglo XIX. Esa humanidad, esa capacidad de cualquiera que no sea un reprimido de identificarse con el lado oscuro del doctor Jekyll convertían su historia, su drama, en una referencia. De repente, no todo era blanco o negro, o no todo lo que era blanco era siempre blanco, ni lo que era negro era siempre negro. La persona más bondadosa del mundo podía tener deseos de irse de putas o ponerse furioso y perder la cabeza.
John Locke - Lost
Identificación. Esa es la clave. Muchos hemos tenido la sensación o el deseo de hacer cosas cuestionables moralmente, o directamente delictivas, en un ataque de ira o al vernos atrapados en circunstancias que consideramos injustas. Normalmente no haremos nada y, por ello, nos atraen esos personajes que un día se olvidan de su vida anterior y empiezan a imponer sus normas. Se olvidan de lo políticamente correcto, de lo legal, de lo normal y se dejan guiar por su Lado Oscuro.
Claro que no vale cualquier malo. Ni muchísimo menos. Para que el malvado sea atractivo, tiene que ser alguien que tenga carisma, intelegencia y/o elegancia. Personajes como Vito Corleone en El Padrino, el Coronel Kurtz (también de Brando) en Apocalipsis Now o Darth Vader, en La Guerra de las Galaxias. El malvado al que "adoramos" tiene que tener sus propios principios y, por supuesto, tiene que estar dispuesto a sacrificarse por tales principios.
En las series, el ejemplo supremo actualmente es Dexter. Forense de día, psicópata asesino por las noches. Sigue un código, pero verdaderamente a él no le importa en un principio hacer justicia, sino saciar su sed de sangre. Sin embargo, en nuestra política resultadista, es un tío que elimina "malos".
General Kurtz - Apocalypse Now
Otro personaje ambiguo que nos atrae es Benjamin Linus, líder de los Otros y redomado embustero hijo de puta. Con todo, ese hombre paradójico y contradictorio que todavía no sabemos de qué pie cojea ha conseguido abrirse un hueco en nuestro entusiasmo. Si bien, es un personaje perfectamente sacrificable si le va a tocar mucho las narices al que para muchos es el protagonista por excelencia de Perdidos: John Locke.
No nos podemos olvidar de uno que no es malo, pero que sí es polémico y malhablado: nuestro querido doctor House. Si contaran sólo los hechos y no las palabras, prácticamente podríamos decir de House que un entrañable santo hijo de perrilla. Si lo catalogamos sólo por lo que sale de su boca, simplemente se le puede definir como un gran hijo de puta. La sinceridad y la racionalidad hablan por House, y esa combinación, en la "era de lo políticamente correcto" te convierten en un bicho raro y peligroso, un librepensador que no se atiene a normas ni a jerarquías.
Dexter
Así podríamos tirarnos párrafos y párrafos hablando de personajes e historias, con una pauta común: cansados de los buenos que no son tan buenos, ahora nos atraen los malos que no lo son tanto. Hastiados de valores de los que se mofan abiertamente el sistema y los políticos, preferimos refugiarnos en personajes que se salen de lo "socialmente correcto" (o incluso que permanecen al margen de la ley), pero que no por ello carecen de valores, a los que son leales y con los que son coherentes. Muerto dios, estos pequeños profetas se convierten en la esperanza de cientos de personas aunque sólo sea por unos minutos.
Manu Santaella
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