voz en off
El compromiso cinematográfico de Max Lemcke
por Lakshmi I. Aguirre
P. Su cine tiene siempre una preocupación por la dignidad del hombre. Lo hizo ya en Casual day, en Mundo fantástico y en cortos como La vida imposible. Ahora también en Cinco metros cuadrados. ¿Esa preocupación debería ser una lugar común en el cine del siglo XXI?
R. No. Cada uno tiene su visión. Me siento cómodo contando estos temas, son lo que más me apasionan. Tiene que haber un buen abanico de cines diferentes para que cada uno pueda elegir. Intento hacer un cine que sin dejar de ser personal, pueda llegar al máximo número de personas.
P. ¿Cree que no funcionan las películas que no tienen ese ingrediente personal?
R. No. Solo que como he estado en todos los campos (he hecho películas experimentales, películas de bajo presupuesto...) realmente es bastante duro intentar contar algo y que luego no lo vea nadie. No es una propuesta vital: me salen así. De repente, me he visto con la posibilidad de hacer películas con actores muy buenos y reconocidos y que éstas se vean en los cines.
P. Cannes, San Sebastián, Málaga... En ese sentido, ¿hablar de premios es hoy en día hablar más de una fuente de promoción que de un reconocimiento personal?
R. Los premios siempre ayudan a situarte y a que te consideren un poco mejor. En mi caso, el Festival de Málaga hizo posible que la película se distribuyera antes y de una manera más interesante. Evidentemente, ayuda a la promoción.
P. Ha mencionado, y es así, que siempre se rodea de buenos actores. ¿La dirección de actores le atrae más que una cámara?
R. Para mí, forma parte del mismo trabajo. Cuando empecé con mis primeros cortos y cuando hice Mundo fantástico, que no se vio en salas, trabajé con actores que no eran profesionales. Eso me ayudó a trabajar con cierta intuición, aprovechando elementos naturalistas de personas que nunca se habían puesto delante de una cámara. En realidad no soy un gran metodista, ni he tenido una formación en dirección de actores, pero sí creo que tengo un pulso intuitivo. Eso me funciona y me gusta mucho.
P. En cuanto a Cinco metros cuadrados, a pesar de que el objetivo no era contar una historia sobre la burbuja inmobiliaria, ¿cree que dentro de algunos años Cinco metros cuadrados se percibirá más como un largometraje documental que como una película de ficción?
R. No, porque los códigos del documental son muy concretos y muy reconocibles, y no se ha pretendido eso. Se valorará como una película que contó algo que nos pasó en cierto momento y que es muy realista.
P. Igual que Casual day recordaba las miserias de Glengarry Glen Ross de Mamet, Cinco metros cuadrados recuerda a Ferrari, a Berlanga, que nos han enseñado a reírnos de nosotros mismos. ¿Siempre hay que buscar lo cómico en el sinsentido de la vida para hacerla más llevadera?
R. Eso estaría bien. Tampoco es que sea una pretensión, lo que pasa es que funciona y nos ha funcionado de momento a mis guionistas y a mí tener ese punto absurdo, un poco patético, que nos hace ver lo peor de cada uno y reírnos de nosotros mismos. Eso está bien porque es una especie de catarsis.
P. ¿Qué cambia en Max Lemcke cuando rueda para televisión?
R. Te conviertes en una especie de mercenario. Intentas poner algo de tu parte, de tu punto de vista. Se trata de proyectos distintos, no son proyectos personales, aunque los haces tuyos. Son unos tiempos endiablados, con lo que se trabaja en función de producir lo máximo en el menor tiempo posible y eso deja poco tiempo para la parte más artística y más para la parte pragmática. Está muy bien porque se aprende a trabajar con otros elementos, con otros tiempos y con muchos medios, porque la televisión se está haciendo casi con más medios que cierto tipo de cine.
P. ¿Qué línea nunca cruzaría en el mundo del cine?
R. Es algo muy personal. Me cuesta mucho tocar temas de una violencia extrema o de un sadismo atroz. Esa es la línea que yo no cruzo. No me interesan ese tipo de propuestas, aunque hay quienes las ruedan muy bien y las hacen interesantes.
P. ¿Cuánto camino le queda al cine español para ponerse a la altura, no ya del norteamericano, sino del francés, que siempre tiene unas cifras estupendas de taquilla?
R. De calidad técnica estamos a la altura de cualquier cinematografía europea y no tenemos nada que reprocharnos. Frente a unos espectadores como los franceses, que se vuelcan en su cine y que están muy orgullosos de su cultura, tenemos un gran handicap, porque somos muy críticos con lo que hacemos. Así todo es más complicado. A nivel técnico y artístico estamos a la altura de cualquier país de nuestro entorno. Claro, con los americanos es otra liga: juegan ellos contra todos. No hay que ponerse a la altura de nadie: hay que seguir siendo como uno es, con sus carencias y sus noblezas. Cada vez estamos haciendo un cine más diferente y de calidad. A lo largo de nuestra historia hemos tenido películas de las que podemos estar muy orgullosos porque forman parte del background de la cultura europea: Saura, Berlanga, Almodóvar...
P. ¿Hay alguno del que beba especialmente?
R. Yo siempre hablo de Berlanga porque fui alumno suyo en uno de sus talleres y me gustaba su manera de vivir y de ver la vida. Pero nos pillan lejos los temas que trataba el cine de los cincuenta y la forma en la que los representaba. Hay muchos directores que me gustan. Un cineasta, en el fondo, está en continua evolución: igual que cambiamos a nivel personal, vamos cambiando de mirada. ¡Eso espero!
P. ¿Un consejo para los jóvenes realizadores?
R. Si de verdad se mueren por hacer películas, esta es una carrera de fondo en la que siempre hay que seguir luchando aunque te encuentres con obstáculos en el camino. Si lo que interesa es otra cosa, es vivir la fama y el glamour, que se busquen otra profesión.
Biofilmografía
'Mundo fantástico' (2003), 'Casual Day' (2007), 'Cinco metros cuadrados' (2011).
Cortometrajes:
'La vida imposible' (1995), 'Todos os llamáis Mohamed' (1997), 'Pequeñas historias entre ventanas y teléfonos' (2000), 'A 400 pasos' (2010).
Lakshmi I. Aguirre
Lakshmi Iglesias Aguirre (Eibar, 1984), es redactora jefe de la revista digital de cultura Tertulia Andaluza (tertuliaandaluza.com), además de formar parte de varios gabinetes de prensa.
'El hombre tranquilo', 'En un lugar solitario', 'El Apartamento', 'Los Profesionales', 'El Bazar de las Sorpresas'... la obligaron a amar el cine. Cortázar la empujó a escribir, lo que le ha llevado a ganar varios premios de relatos.
En 2009 editó el libro 'La mujer en la sombra: lo femenino en el cine fantástico y de terror' para la Semana Internacional de Cine Fantástico y de Terror de Estepona, y escribió uno de los capítulos sobre 'La Mujer Pantera', de Jacques Tourneur.
Su antiguo pastor inglés, Atticus Finch -en homenaje al maravilloso personaje de Gregory Peck en 'Matar un ruiseñor'- la acompaña a todas partes y comparte con ella su pasión por el cine, es decir, la vida.
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