crónica

19.09.2016

Concheando. Crónicas desde San Sebastián. El fin de semana

por Andrés Robles

Sábado: Rodríguez, Roldan y Paesa

El sábado donostiarra ha tenido un protagonista indiscutible: Francisco Paesa, El hombre de las mil caras. Alberto Rodríguez, que ya contó la trastienda de la Exposición Universal de 1992 en Grupo 7 o la parte más turbia de la Transición en La isla mínima, vuelve poner el ojo en nuestra historia reciente con una cinta que recuerda por tono y puesta en escena al Scorsese de Casino y Uno de los nuestros o al Soderbergh de Ocean´s Eleven.


La fuga de Luis Roldán, exdirector de la Guardia Civil que se agenció unos milloncejos de los fondos reservados para sus cosas, y el papel vital que en ésta tuvo Paesa, conseguidor al que el propio gobierno recurrió en la lucha contra ETA y la ocultación de los GAL, le sirven a Rodríguez para realizar un thriller socarrón que le hace a uno reflexionar sobre lo poco que ha cambiado este país en lo que a la chapuza política se refiere -bueno sí, antes los ladrones tenían la decencia de fugarse. Ahora se quedan en casa tan ricamente... Cosas del progreso-. Ha encandilado y tendrá mucho que decir en la temporada de premios.

No se puede decir lo mismo de la segunda del día en Sección Oficial. Orpheline de Arnaud des Pallières aborda la vida de una chica en cuatro pasajes distintos de su infancia, adolescencia y madurez, resultando en todo momento soporífera. Su único punto de interés es la narración no lineal del relato, si bien ésta resulta en ocasiones confusa y el espectador llega a dudar si las diferentes actrices que aparecen en pantalla son el mismo personaje -en mi caso, a dicha confusión también ayuda el par de cabezadas que he dado contra el asiento del Kursaal. He de reconocerlo-.

Domingo: La polémica de Nocturama y El despiporre de Verhoeven

Metidos ya en el domingo, tampoco ha convencido The Oath de Baltasar Kormákur, un tipo encantado de conocerse, que escribe, dirige, protagoniza y, no me hagan mucho caso, pero creo que se encarga del catering de esta Prisioneros a la islandesa en la que la fuerza del film de Denis Villeneuve brilla por su ausencia. Entretenida pero convencional en todo punto, su principal pecado es renunciar al dilema moral que plantean los actos de su protagonista.

La polémica ha llegado con Nocturama. Su destino era Cannes, pero los atentados de Paris dieron al traste con sus opciones de competición en el festival francés. Y es que en la cinta de Bertrand Bonello acompañamos a un grupo de chicos y chicas que planean y ejecutan precisamente una serie de explosiones que provocan el pánico en la capital gala. Con defensores y detractores por igual, servidor se une a los primeros, considerándola de lo más interesante que se ha visto hasta ahora en la sección oficial. Una lástima que su segunda parte no esté más condensada, ya que acaba por diluir la fuerza de todo el tramo inicial cuyo montaje y planificación son dignos de alabar.

Y quien sí estuvo en Cannes fue Paul Verhoeven, responsable de Elle, que hemos podido ver hoy cerrando la noche dentro de la sección Perlas. La divertidísima propuesta del neerlandés es una vuelta de tuerca a sus sexy thriller noventeros -pero vuelta de las de joder la rosca- que ay de aquel que se la tome en serio. De ser así, sufrirá mucho con todas y cada una de las decisiones de su protagonista, una inmensa Isabelle Huppert. Ya digo un auténtico y delicioso despiporre disfrutable de principio a fin.

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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