Basada en el éxito literario del mismo nombre y adaptada al cine por su autor (David Foenkinos), quien además codirige junto a su hermano Stèphane Foenkinos, La delicadeza nos cuenta que tras la muerte hay esperanza, que después del luto sale el sol y que... ¿quién dice que nuestra alma gemela, en lugar del príncipe del cuento, no sea nuestro tosco escudero?

Nathalie (Audrey Tautou) pasa repentinamente del cielo al infierno cuando su marido, François, muere en un accidente. Rota por el dolor y los recuerdos, decide dedicar su vida al trabajo durante años hasta que aparece Markus (François Damiens), un grandullón tan torpe como sensible que hará renacer en ella sentimientos que no creía que pudiera volver a sentir.

Sin ser originales en su propuesta, porque una comedia romántica siempre será una comedia romántica, los directores logran a través de continuadas elipsis (uno de los grandes aciertos de la película) y el uso de la voz en off en función de la trama y no solo como herramienta autoreflexiva de los personajes (cosa que no abunda), que queramos saber si la delicadeza que desprende Markus es capaz de atraer al corazón aislado de Nathalie.

François Damiens, quien interpreta al robusto Markus, es la gran revelación de la película. No porque haga la interpretación de su vida sino porque competir con la parisina sonrisa de Audrey Tautou y no salir perjudicado sino beneficiado es un éxito a la altura de muy pocos.

Que la vida da segundas oportunidades, que el amor lo puede todo, que lo contrario puede ser lo adecuado y que nunca se sabe dónde puede estar la persona de nuestra vida. En fin... un poco de esperanza no viene mal en estos momentos que nos ha tocado vivir.