Custodio, Madalena y Joana son los títulos de cada una de las tres visiones de Mozambique que relata la película de ficción documental Kanimambo, presentada en la decimoquinta edición del Festival de Málaga. Cine Español. Los títulos y los hilos conductores de una cinta que ha sorprendido y emocionado a partes iguales en un certamen que no acostumbra a seleccionar cine tan particular en su sección oficial.

Los curtidos rostros mozambiqueños sirven a los foráneos para reflexionar sobre el sentido de la vida y los héroes de lo cotidiano, sean de donde sean, en esta película firmada por Adán Aliaga, Carla Subirana y Abdelatif Hwidar, tres jóvenes realizadores que han mostrado su punto de vista sobre la realidad social de la aldea africana de Maputo.

Su experiencia en tierras africanas se traduce en tres fábulas, rodadas con total libertad y sin intencionalidad reivindicativa evidente. La primera de ellas, Custodio -rodada por Abdelatif Hwidar, que también cuenta con un papel importante en la cinta-, sea quizá la más efectiva, ya que nos ofrece un retrato límpido de las cicatrices de las dos guerras que sufrió el país en la última mitad del siglo XX: la de la Independencia y la Guerra Civil.

Dos generaciones: la de un padre y su hijo, Custodio; dos miradas: la de quien no puede dejar de mirar atrás y la de quien solo puede mirar hacia delante. "Aquí en Mozambique es así: todo va lento", responde el padre -antiguo militar- al médico que le acaba de extirpar una bala del costado, que ha estado palpitando en sus entrañas desde hace 20 años. Es la penitencia por haber asesinado a un niño guerrillero de la edad de su hijo.



Y esa lentitud es la que transmiten asimismo las otras dos partes de esta trilogía mozambiqueña. Madalena relata el viaje de vuelta a Mozambique de la realizadora catalana Carla Subirana para cumplir una promesa a Madalena -el leitmotiv del tour africano al que nos invita- basado realmente en su relación de amistad con una mujer de Maputo en una primera visita al continente.

Con mayores reminiscencias documentales que el resto dado el pasado documental de la directora, Madalena cuenta con la voz en off de la misma Subirana y planos fotográficos que nos muestran la realidad de la mujer mozambiqueña. El tercero -Joana-, dirigido por Adán Aliaga, retrata la relación de una niña sorda con un músico ciego al que le hace de lazarillo y su transitar constante por los senderos del país africano.

Kanimambo, que significa 'gracias' en el dialecto de Maputo, lleva a la gran pantalla a los protagonistas de un destino ya escrito, obligados a crecer demasiado deprisa, y su mayor virtud es la de mostrarnos una realidad tantas veces retratada en el documental con un esquema narrativo propio del drama desde una relativa distancia.

Una película interesante y de las que hace falta en un festival como el de Málaga, demasiado dado, hasta ahora, a películas más dirigidas a la taquilla y no a dignificar el pulso de la cinematografía española.