Eduard Cortés ha presentado en Málaga su cuarta película para la gran pantalla: The Pelayos, un film de aventuras con aire hollywoodiense que narra la historia real de la familia García-Pelayo, la primera en desbancar un casino de manera legal aprovechando las taras en la fabricación de las ruletas. Para ello, ha contado con las interpretaciones de Daniel Brühl, Lluís Homar, Oriol Vila, Miguel Ángel Silvestre, Blanca Suárez, Eduard Fernández y Vicente Romero entre otros, un reparto extenso y con algunos de los nombres más sonados del panorama nacional que finalmente no logra ser convincente.

Daniel Brühl no encaja en su papel de líder, y en ocasiones llegan incluso a abochornar los clichés gestuales a los que supedita su actuación. El film comienza con él interpretando Hit the road, Jack, lo que ya nos desvela de lleno el tono que va a tener la película: ninguno. Los papeles dramáticos que Brühl ha interpretado en otras ocasiones -entre los que destaca el de Good bye, Lenin!- se encuentran a años luz de su trabajo realizado bajo la dirección de Cortés.

La comedia fácil, los momentos dramáticos sin emoción alguna, el excesivo uso de la música como herramienta enfática hacen de The Pelayos una película totalmente prescindible. Es una pena que el personaje que Lluís Homar interpreta con brillantez -como siempre- no dé más de sí y resulte un boceto excesivamente benévolo de un cabeza de familia tan particular.

Sin embargo, a The pelayos no le faltan las buena intenciones, ya que en el fondo, lo que intenta es, en palabras de Cortés, “recuperar la ingenuidad de creer en los sueños más disparatados, la de pensar que el débil puede ganar al grande sin ningún arma”. Un guiño al espectador en uno de los momentos sociales más críticos del país.

El Festival de Málaga de Cine Español inaugura su decimoquinta edición con un film carente de fuerza dramática. Lejos quedan otras películas de temática similar como Casino (Martin Scorsese, 1995) u Ocean's Eleven (Steven Soderbergh, 2001), que ante todo, son productos tremendamente entretenidos. Una película de aventuras no se puede concebir sin la total implicación del espectador en la narración y, The Pelayos, cuyo clímax pasa totalmente desapercibido, carece del pulso y de la tensión necesarias para que, precisamente, nos aventuremos en ella.