La eficacia del cine de terror no es discutible. Es un campo, un género, que a su vez se divide en otros tantísimos subgéneros; todos ellos con unas constantes muy específicas y claras que los convierten en un tipo de cine que se puede pervertir fácilmente y, por tanto, perfecto para el cineasta novel. Además, y por encima de todo, es el género con más beneplácito del respetable y que puede realizarse por menos dinero.

Normalmente ocurre que las mejores películas se pueden resumir en dos o tres frases. Dos o tres frases que proponen un planteamiento interesante con un gancho evidente. El cine de terror, teniendo en cuenta cuál es su objetivo, debería siempre poder resumirse así, planteando las propuestas más atrevidas, inmediatas y fuertes. En eso consiste su juego.

En The Purge, su director, James de Monaco, propone un juego macabro que resulta interesante a la par que terriblemente atractivo de ser cierto.

En un futuro cercano, el mundo ha llegado a unas cotas de pobreza mínimas y de problemas económicos casi escasos. Una de las razones es que, una vez al año, se plantea un enfermizo juego a nivel mundial: durante 12 horas, el asesinato será completamente legal y nadie que cometa uno podrá ser juzgado. En la película, se cuenta lo que ocurre a una familia acomodada en esas doce horas, en las que su idea es estar encerrados en casa.

Evidentemente nada les saldrá como piensan.


Bien. El planteamiento es altamente atractivo, y bien podría decirse que la idea podría dar de sí una fantástica película de terror. Pero una buena idea nunca es suficiente, menos cuando el desarrollo de la historia se hace aburrido, blando, previsible y poco atrevido.

Los personajes no pasan de ser estereotipos aburridos, figuras que no toman decisiones de ningún tipo, que no plantean al espectador ningún tipo de sensación ni hacen que éste empatice con ellos. Y no critico que una peli de terror tenga personajes estereotípicos, eso no tiene por qué estar mal, lo que critico es que éstos no toman ni se mueven por el género conscientes del mismo.

La idea se diluye desde el momento en que conocemos a la familia protagonista. El ritmo decae porque la película no peca de larga y no se hace pesada; pero su estructura no tiene claro cuál es el principio y cuál el final, por tanto en ningún momento hay partes de la historia más intensos que otros.

Los sustos no son sustos, pretenden serlo pero nunca funcionan, la violencia es blanda, falta sangre, los "malos" son aburridos y no tienen un ápice de personalidad, la dirección se toma demasiado en serio y no aprovecha el espacio como debería, los actores aburren hasta la saciedad, no hay intensidad alguna en los momentos clave y lo macabro a lo que se podía prestar la historia queda en nada.

El cine de terror debe ser extremo, debe llegar hasta los límites que otros géneros no pueden. Ése es su papel. The Purge se queda en el espacio de quien plantea una idea interesante y no se atreve a llevarla a cabo. Y también comete el pecado de tomar la dirección errónea y ni siquiera mantener al espectador entretenido, creyendo además estar manejando ideas que definen el comportamiento humano.

The Purge pertenece a un subgénero muy específico: el del "asedio" o "intrusión" del hogar.


Películas como Los extraños o la española Secuestrados abordan el género de una manera mucho más efectiva; recordemos que el origen de este tipo de cine no sería exactamente de terror. Ahí está La habitación del pánico o la mismísima Perros de paja de Sam Peckinpah. El hecho en sí es aterrador, el ver cómo invaden la intimidad de tu hogar, de tu espacio, en el que más seguro uno suele sentirse. La idea, una vez más y dependiendo de quién la cuente, puede ser o no efectiva.

Los malos de la historia, unos pijos que salen a la calle a hacer su purga anual, están desdibujados para resultar más aterradores, pero su comportamiento es extremadamente aburrido y, sí, poco cruel para que esa propuesta llegue a funcionar.

El líder, un chaval que parece un remiendo de los asesinos de Funny Games, no es en ningún momento carismático ni participa en la acción lo suficiente como para resultar aterrador. Es sólo alguien que aparece de vez en cuando para hacer ver que existe, y el espectador apenas le presta atención. Y es que ahí suele estar la clave del cine de terror.

Hay que conseguir que el público preste atención, y para ello tienen herramientas que otros géneros no tienen, está permitido (y obligado) casi todo: la crueldad, la violencia, lo enfermizo, lo macabro, lo tabú, lo prohibido...

Nada de ello está en The Purge. Sólo la sensación de que, quizá, podría haber sido una película mucho más extrema y que, a pesar de todo, lo que propone es algo en lo que todos hemos pensado alguna vez y todos hemos dicho que haríamos alguna vez: salir impunes del asesinato.