Al fin acabó la 61 edición del Festival de San Sebastián. Atrás quedaron las jornadas maratonianas de un cine a otro, el sueño acumulado por ver a Adele hasta las tantas y tener que madrugar para sufrir Enemy, o las quinielas inútiles que nunca acaban cumpliéndose. Ya se hizo público el palmarés, como casi siempre polémico, y finalmente ya sabemos que la gran triunfadora ha sido Pelo malo (Venezuela, 2013), flamante Concha de Oro en una (discreta) sección oficial que no tenía claras favoritas.

La película de Mariana Rondón, codirectora de A la media noche y media (1999) y realizadora única de Postales de Leningrado (2007), es la historia de Junior -encarnado por el primerizo Samuel Lange Zambrano-, un niño de nueve años que sueña con domar su pelo rebelde para poder salir perfecto en la foto del anuario escolar y, sobre todo, para granjearse el cariño de una madre cuyo rechazo hacia él es cada vez mayor.

Bajo este argumento se desarrolla un guión obra de la propia directora cuyo principal acierto es no perder de vista la mirada de Junior. Pelo malo toma así la miseria o el riesgo fundado de vivir en barrios marginales como marco para contar su relato, sin regodearse en ello ni hacerlo protagonista en ningún momento, y sin caer en la tentación de manipular los sentimientos del espectador o directamente recurrir al melodrama fácil. Con todo habrá muchos que piensen que la venezolana peca por omisión y que su filme se queda en un continuo "medio gas" al que no le habría venido mal algo más de acento en algunos pasajes. Es una cuestión de gustos que sólo a ustedes les toca discernir.


Yo desde luego soy de los que opinan que nunca la vida de nadie fue una tragedia griega y por eso me creo más la actitud de Marta -Samantha Castillo-, la madre que con una sola mirada de desaprobación o un leve gesto de desprecio puede ser más demoledora que cualquier mala de película. Y por eso me estremezco con el egoísmo de la abuela -Nelly Ramos- que sólo quiere a alguien que la cuide cuando ya no pueda valerse. Y por eso agradezco los momentos de respiro cómico de la niña amiga de Junior -María Emilia Sulbarán-. Y por eso sobre todo se me ponen los pelos de punta al ver al pequeño y deseo abrazarlo para suplir su falta de cariño. Y hago mío ese grito con el que se pone punto y final.

¿Le viene grande a Pelo malo la Concha de Oro? Posiblemente. Pero sí se debe reconocer que de todas las aspirantes al premio era una de las que más lo podía merecer, y es que partiendo de un argumento pequeñito, la cinta de Rondón consigue, como las grandes obras, crecerse para acabar ofreciéndonos un relato sobre la intolerancia, esa que puede ser terrorífica cuando procede de los más allegados.