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23 de octubre de 2014

Mommy

por Andrés Robles

No todo el mundo puede presumir de haber dirigido cinco películas con veinticinco años y posiblemente sólo Xavier Dolan puede jactarse de haber estado con cada una de ellas en festivales de primera línea. El canadiense es el nuevo niño mimado de la crítica, quedando patente esto en los tres premios que su ópera prima - Yo maté a mi madre (Canadá, 2009) - obtuvo en la Quincena de Realizadores de Cannes, el Fipresci que Tom à la ferme (Canadá, 2013) consiguió en Venecia, o el Premio del Jurado que Mommy (Canadá, 2014) le ha reportado este año, de nuevo en el certamen de la Palma de Oro.

Sin haber visto ninguna de sus cintas anteriores pero atendiendo a este currículum y a las reacciones que su último trabajo había generado, este era uno de mis pases obligados dentro de las "Perlas" de San Sebastián. Ahora puedo decir que reconozco en Dolan a un notable cineasta al que sin embargo le queda mucho camino por recorrer - cosa lógica por otra parte -. Y es que esta historia sobre la convivencia infernal de una bala perdida y su vástago trastornado e hiperactivo no está exenta de altibajos, resulta algo histérica por momentos y sobre todo tiene una trama central demasiado "buenista" que no termina de cuajar.

Además considero un error garrafal ese inicio en el que, a base sólo de texto, se explica la aprobación de una ley (ficticia) por la cual los padres pueden solicitar con pasmosa facilidad la reclusión de hijos problemáticos en un centro de internamiento. Posiblemente Dolan esté de acuerdo con Hitchcock cuando decía aquello de que el suspense no era sorprender al espectador con algo, sino hacerle partícipe de ello de antemano para que se preguntase cuando va a ocurrir, pero bajo mi punto de vista, en el film del canadiense predispone en demasía al espectador y hace que deje de albergar duda alguna sobre cuál será tarde o temprano el desenlace de la historia.


En cualquier caso todas sus taras emborronan pero no estropean una cinta muy meritoria con momentos duros que hacen que a uno se le encoja el corazón y que consiguieron meterme de lleno en el calvario que se cuenta. En ello tienen mucho que ver, claro está, sus actores: Anne Dorval, algo pasada de vueltas aunque eficiente, Suzanne Clément, mucho más contenida y satisfactoria, y el inmenso Antoine-Olivier Pilon, un chaval que si nada se tuerce dará mucho que hablar.

En lo formal, lo que más llama la atención es sin duda el formato vertical de la imagen que ni siquiera cumple los cuatro tercios, sino que más bien se asemeja a lo que podría haberse obtenido con la cámara de un móvil. Sin embargo, a diferencia de algunas producciones recientes, tal elección no responde - o no sólo - a fines estéticos, sino que alude de manera directa y efectiva al estado de los personajes, a su extrema constricción por lo que les toca vivir. Es una metáfora visual que muchos tildarán de facilona e incluso molesta, pero que conmigo funcionó a las mil maravillas hasta el punto de que cuando en determinado momento los protagonistas y el ratio toman aire, reconozco haberme incorporado fascinado del asiento.

Posiblemente la edad de su director hace que a Mommy le falte contención y le sobren momentos videocliperos, incoherentes con el relato. No es perfecta ni en lo que cuenta ni en cómo lo hace, pero desde luego confirma a Xavier Dolan como una figura muy a tener en cuenta, si es que aún no estaba en sus radares.
  • Mommy

  • Dirección:

  • Año de producción:
    2014

  • Nacionalidad:
    Canadá

  • Duración:
    134

  • Género:
    Drama

  • Fecha de estreno en España:
    2014-12-05

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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