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Escuadrón suicida
por Andrés Robles
¿Por qué ver entonces Escuadrón suicida? Fácil respuesta: es verano, esa época en la que el calor reblandece el cerebro -y si no que se lo digan a los habitantes de cierto archipiélago cuyo nombre omitiré para evitar querellas- y la cartelera se convierte en un erial en el que encontrar algo medianamente interesante es tan complicado como que Superman se ponga de una vez los calzoncillos antes que las mallas. A esto se unía también la (falsa) apariencia de un producto alejado de la típica adaptación comiquera. Protagonizada por los malos de la función, prometía la frescura y el humor gamberro que la competencia había mostrado en la ochentera Guardianes de la Galaxia y la cínica Deadpool. Pero ya saben lo que se dice del prometer y el meter.
Por desgracia, nada de lo anterior hay en este escuadrón que se queda en pandilla de extrarradio. Will Smith como Deadshot es un plasta que sólo piensa en dejar las pistolas para convertirse en padrazo -qué mal americano-; Jay Hernández como Diablo, un amargado que se resiste a usar sus poderes para no volver a liarla y prefiere dibujar palabras y figuritas de fuego en el aire que quedarían monísimas en un videoclip de Camela; Jared Leto lo confía todo a sus modelitos mezcla de tronista cani y gangsta hiphopero y se mea en el legado de Heath Ledger; y el resto de malotes dan la impresión de estar únicamente hacer bulto. Sólo Margot Robbie despunta y se convierte en la reina de la fiesta -botellón de whisky Dyc más bien-. Su Harley Quinn, novia del Joker y una tía tan chunga como cualquier participante de Gandía Shore -pero con el gracejo choni reservado sólo a alguna de ellas-, es un bombón que la actriz interpreta con carisma y cachondeo.
Más allá de ella, David Ayer, director y guionista, no tiene nada. Va a la deriva y no encuentra hueco entre lo que se vislumbra que le habría gustado hacer y los dictados de los mandamases. Lo da todo en una larguísima presentación de personajes que es a la vez lo mejor de la cinta y su mayor lacra, porque cuando la acaba, ya casi no le queda tiempo -y eso que el metraje supera las dos horas- para construir una trama de acción interesante. En vez de zambullirse en las alcantarillas del poder y escoger a Viola Davis como villana real, recurre al canon susurrado por el estudio -no vaya a ser que la cosa quede demasiado subversiva y alguno tenga la tentación de no volver a pasar por caja-. El resultado es una historieta simple como el mecanismo de un chupete y a la vez confusa por culpa de los tijeretazos perpetrados en la sala de montaje.
No se dejen engañar. Por mucho que esta vez los malos estén al frente, Escuadrón suicida es más de lo mismo. La enésima amenaza mundial -aquí más aleatoria que nunca-, un par de enfrentamientos sin mucha chicha que vayan calentando el cotarro, un clímax final en el que el artíficio CGI disimule el sopor, y un epílogo en el que quede claro que el show continuará. Otra cosa es que yo deje la petanca y mi sillón en el Hogar del Pensionista para presenciarlo.
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Escuadrón suicida
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Título original:Suicide Squad
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Dirección:Suicide Squad
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Año de producción:2016
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Nacionalidad:USA
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Duración:123
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Género:Acción, fantástico
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Fecha de estreno en España:2016-08-05
Andrés Robles
Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".
Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.
Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.
Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.
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