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El Gran Hotel Budapest
por Biktor Kero
Los que conocen la filmografía de Anderson (los que no pueden flipar un poco mucho con su estilo barroco y de humor tan especial) estarán acostumbrados a sus herramientas de desconcierto y sus armas de empatía, ese mundo personalísimo que funciona por asociación de conceptos, por contrastes, por simetrías y por armonía. Y es que la armonía es el nombre que describe a la perfección esta obra. Desde la gama cromática, escogida si lugar para el azar, hasta la banda sonora, que funciona como una pegatina inseparable de la imagen, todo está diseñado para conformar una exuberante armonía. No es trabajo fácil coordinar intérpretes, vestuario, atrezo, instrumentos, sonido, post-producción y maquillaje en una misma dirección tan encorsetada. Es un derroche de orquestación maestra lo que Wes demuestra en esta película y que me deja embriagado de amor por el cine.
Es un homenaje a la grandeza de las historias realizada desde la pasión por contarlas. La estructura de la cinta mantiene el clásico de “personaje ajeno a una historia al que le es contada, en modo flashback, lo sucedido hasta el momento actual”. Así el director usa esa baza de personaje ignoto como representación del espectador dentro de una sencilla, pero intrincada, trama que va descubriendo poco a poco los detalles. Esta fórmula clásica (usada desde tiempos inmemoriales, desde Orson Wells con Ciudadano Kane hasta La vida de Pi de Ang Lee) no esconde mucho misterio en sí misma y podría ser un poco insulsa para un espectador exigente con el guión, pero las otras muchas virtudes de la cinta nivelan la balanza a mi parecer.
El film comienza con un joven escritor encarnado por Jude Law que quiere conocer la historia del Gran Hotel Budapest, un lujoso lugar que corona un irreal parador de montaña que parece tan olvidado como carismáticamente popular, cuyo dueño es Mr Moustafa (F Murray Abraham) que tiene una truculenta y desternillante batallita que contar sobre el pintoresco edificio. A partir de ahí todo es contado en flashback en formato cuatro tercios (con dos huevos, si señor) y donde Mr. Gustave (con un habilidoso Ralph Fiennes bajo la piel del personaje) es un excéntrico pseudo-poeta, amante de las mujeres maduras que le doblen la edad, que acaba recorriendo un tortuoso camino de la mano de su escudero Zero (el aspirante a Lobby Boy, Tomny Revoloris, que borda su papel pese a su temprana edad) y vive un sinfín de peripecias cada cual más absurda que la anterior. No es una trama compleja de seguir o con grandes piruetas narrativas, sin sorprendentes Ohh finales ni filigranas de guión. Es más bien una típica historia de herencias, robos, persecuciones y amores peculiares que conforman una road movie épica abarrotada de efectos retro de cámara, zooms, escenas en stop-motion, otras en maquetas, decorados inmensos y rótulos de texto de color fosforito, marcas inconfundibles del director. Por momentos clásica y en ocasiones bizarra, de repente delirante y, sobre todo, elegante. Todo esto para transmitir la simpatía en la muerte, la oscuridad del amor, el poder de las coincidencias y la fuerza de la convicción.
El desmesurado reparto es como un catálogo de ídolos convertidos en personajes, cada cual más delirante que el anterior. Harvey Keitel, Bill Murray, Jeff Goldblum, una irreconocible Tilda Swinton... Pero los que más destacan para mi gusto son, además de los dos protagonistas ya mencionados que están que se salen, los antagonistas. El malo maloso encarnado por Adrien Brody y su gótico secuaz, Willem Dafoe, que hacen un dueto macabro exquisito, tan divertidos como crueles. Alucinante trabajo de caracterización el que hay en esta película que convierte a una decena de reconocibles actores de Hollywood en delirantes dobles sacados de un circo de excentricidades.
La obsesión por la simetría de la composición de cada plano (en cuanto te percatas del juego no puedes dejar de analizar cada fotograma en busca de elementos simétricos, hasta que casi crees ver la cuadrícula invisible en la que están contenidos) produce un curioso efecto sobre el espectador, de modo que empiezas a sumergirte en un un mundo predefinido y diseñado tan esquemáticamente que casi puedes predecir paneos de cámara, acciones y movimientos como si estuvieras leyendo el código en el que todo está escrito. Y si el poder de lo visual te fascina, encima te llevas eso a casa, al trabajo, a la parada del autobús porque tu cerebro ha adquirido la capacidad de analizar la estructura de la realidad y te encuentras comparando izquierdas y derechas todo el tiempo en busca de puntos comunes. Como un poseso, como si tu mente fuera una escuadra y un cartabón. Y si no lo creéis, mirad este video en el que alguien se ha entretenido en analizar tal obsesión cartesiana:
Para mí, Wes es capaz de hacer reír con un movimiento de cámara que descubre a alguien que no sabía que estaba ahí, con una cara seria (o varias a la vez) aguantando el plano, con alguien que se asoma por un lugar recóndito, con un sonido trivial que se convierte en parte de la música, con un montaje de planos de gente que meramente van de un sitio a otro. Tal vez sea de risa floja o tal vez conecte con el autor de manera personal, pero el caso es que son tantos los elementos de humor en tantas vertientes diferentes que yo no sabía cuándo parar de reír. Ni podía.
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El Gran Hotel Budapest
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Título original:The Grand Budapest Hotel
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Dirección:The Grand Budapest Hotel
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Año de producción:2014
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Nacionalidad:USA
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Duración:92
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Fecha de estreno en España:2014-03-21
Biktor Kero
Biktor Kero lleva vinculado al mundo cinematográfico desde los 20 años, cuando comenzó a estudiar en la escuela de cine Séptima Ars, en Madrid. Allí dirigió su primer cortometraje en 16mm Y sin embargo (2002).
En Londres vivió durante otros 3 años, donde tuvo la oportunidad de estudiar en la London Film Academy y participó en diferentes proyectos de cortometrajes y videoclips como director, ayudante de dirección y montador. Además, dirigió su segundo cortometraje A beat of Reality (2005).
Volvió a su tierra natal, Málaga, en 2006 para continuar realizando cortometrajes como El reencuentro de Alicia (2008) y Un pequeño detalle (2011) y videoclips para agrupaciones como Santos de Goma, Gastmans o The Wheel & The Hammond. Durante los sucesivos años ha trabajado en diferentes productoras audiovisuales como Euromedia Productions, Cedecom e Infodel Media y ha creado su propio estudio de post-producción: Emotioner.net
Actualmente trabaja en como jefe del departamento audiovisual de la marca Ozone Gaming y se encuentra en proceso de promoción de su nuevo cortometraje Paraiso Beach (2014), un cortometraje pos-apocalíptico sobre dos exploradores en un futuro sin esperanza (en distribución actualmente a través de Jóvenes Realizadores) y por el que recientemente ha ganado el premio a Mejor Director en la sección Cortometraje Málaga del 17 Festival de Málaga. Cine Español.
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