Mediados de los ochenta. Un virus mortal aparece en escena y ni médicos ni investigadores saben cómo atajarlo. Asociado en un principio a homosexuales y drogadictos, poco a poco se van conociendo casos, de famosos y anónimos, que lo hacen visible y temible para cualquiera. Fue la aparición del virus del SIDA. Ahí comienza Dallas Buyers Club. En ese momento de confusión, en el que un enfermo pasaba a ser un paria y en la mayoría de los casos eran rechazados no sólo por la sociedad sino también por familia y amigos.

Ron Wodroof (Mathew McConaughey) es un cowboy urbano, drogadicto y mujeriego al que le diagnostican sida y una esperanza de vida de un mes. Ron lleva toda su vida sobreviviendo y lejos de aceptar su destino, decide luchar contra todo (y todos) para sobrevivir a la enfermedad. Pero lo que empieza como una cruzada egoísta y personal acabará convirtiéndose en un enfrentamiento entre David y Goliat, en el que Ron luchará para conseguir que se acepten terapias alternativas que aunque no están reconocidas oficialmente, consiguen mejores resultados contra la enfermedad ya que años después de su diagnóstico, sigue vivo. Para ello, crea un club muy especial, que está más cercano al tráfico de drogas que a una terapia.

Películas de antihéroes simpáticos hay muchas. Biopics también. Pero el gran acierto de Jean Marc Vallée, su director, es saber unir ambos “géneros”en una película que divierte cuando tiene que divertir y emociona cuando tiene que emocionar sin que se note la mano del realizador moviendo los hilos de la empatía del espectador. Porque el tema no es fácil de contar. Sida, drogas, sexo, violencia, estafas y mucho más, rodean constantemente al espectador. Pero aún teniendo delante todo eso, quién vea Dallas Buyers Club no podrá evitar sonreír con las ocurrencias del bueno de Ron, ni entender la enternecedora presencia de Rayon (Jared Leto).


McConaughey y Leto componen dos personajes de esos por los que muchos de los actores matarían porque lo tienen todo. Marginados, enfermos... y todo ello sin hablar del espectacular demacrado físico que ambos actores han tenido que realizar para entrar dentro de Ron y Rayon bajando una suma casi incontable de peso para poder parecer dos enfermos de sida terminales. Suena a tópico, pero sin lugar a dudas, huelen ambos a nominación en la próxima edición de los Oscars.

McConaughey borda su papel de adicto histérico y embustero, confirmando que por fin parece haber encontrado su camino y llevar un año en estado de gracia (tras su magnífica interpretación en Mud). Aunque no consigue separarse del todo del excesivo histrionismo que le imprime a casi la totalidad de sus interpretaciones. Pero el de Leto es de esos personajes que se quedan en la retina. De los que es muy difícil olvidar. Su máscara de descaro esconde una fragilidad enternecedora y la montaña rusa de estados de ánimo por las que la pobre Rayon pasa es controlada a la perfección por un gran actor como es Jared Leto.

Película basada en hechos reales, por muy increíbles que algunas cosas parezcan, y puesta al servicio de unos actores inconmensurables, Dallas Buyers Club merece ser vista porque plantea una problemática que aún hoy día sigue estando desgraciadamente muy vigente: el rechazo al diferente y la indefensión de la minoría.