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22 de marzo de 2013

Otra versión más de la novela de Tolstói

por Pilar Martínez Cuenca


Joe Wright es, quizás, uno de los directores contemporáneos más perfeccionistas a la hora de adaptar novelas de época a la gran pantalla, como quedó patente en Orgullo y prejuicio (2005) o, por ejemplo, en esa delicia visual titulada Expiación (2007). Planos excesivamente bellos, localizaciones seleccionadas meticulosamente y una ambientación capaz de trasladarnos a la mismísima época georgiana, son el sello inconfundible del director británico. Sin embargo, al prestar tanta atención a dichos aspectos visuales, se corre el riesgo de descuidar otros, tanto o más importantes, y es lo que le sucede a Wright, nuevamente.

La sexta adaptación a la gran pantalla de Anna Karenina, aspiraba a convertirse en un nuevo referente cinematográfico de los excesos y desventuras de la alta sociedad rusa del s. XIX. Sin embargo, a partir de unos primeros minutos de deslumbramiento del espectador ante la original puesta en escena a modo teatral, el film va perdiendo poco a poco cualquier atisbo de peculiaridad, convirtiéndose en un frío relato, con personajes distantes, desdibujados, de los cuales no llegamos a comprender qué los mueve a actuar como lo hacen. No hay trasfondo alguno en los diálogos que, en ocasiones, incluso resultan un tanto ridículos e inverosímiles. Es cierto que, cuando nos referimos al amor, extrañamente tienen cabida términos como lógico o razonable, pero siempre hay una base sólida, arraigada en nuestros sentimientos, que en este caso no logramos identificar.

A pesar de contar con una protagonista como la actriz Keira Knightley, soberbia siempre en este género y musa por excelencia del director, ni siquiera ella es capaz de suplir las carencias de la trama. La actriz de Un método peligroso (Sabina Spielrein, 2011) lleva a cabo un papel bastante correcto en general, que sobresale en diversos momentos de la segunda mitad del largo, como en las escenas de celos que le arma a Vronsky o la desidia que muestra ante el rechazo de la aristocracia rusa.

Sin embargo, creo sinceramente que la gran pega del reparto se encuentra en su coprotagonista principal, Aaron Johnson, quien no encaja para nada dentro del estereotipo del conquistador conde Vronsky. Es más, diría que ni siquiera convence como amante a la propia Keira/Anna, ante la química cero que transmite la pareja hasta en las escenas que deberían ser un derroche de pasión. Lo dicho, frío absoluto.


Uno de los momentos que debería haber sido cumbre en el acercamiento de ambos, la mazurca que comparten en Moscú, resulta decepcionante emocionalmente hablando, en comparación a, por ejemplo, el baile de Darcy y Lizzy en Orgullo y prejuicio, o, sin ir más lejos, ese momento biblioteca de Ce y Robbie cuando se confiesan sus sentimientos en Expiación. Y no es porque los personajes masculinos de Tolstói no sean atractivos, porque ahí tenemos a un estupendo Jude Law, alto funcionario del gobierno al que todos adoran excepto su propia esposa. Law se mete en la piel de Karenin de manera natural, sin excesos ni carencias, en su justa medida.

Después de resaltar los aspectos más negativos del film, no sería justo dejar de lado el excepcional modo de contar la historia de Wright, por medio de un escenario teatral que va cambiando decorados, personajes y tramas. El maravilloso diseño de vestuario es otro de los puntos fuertes en los que se apoya la película, seña de identidad de la protagonista y de distinción entre las diferentes clases sociales. No es de extrañar que se llevara un reconocimiento en forma de galardón en la 85ª edición de los Óscar. Otra de las características del cine de Wright, esos planos abiertos al máximo que nos muestran la inmensidad de su obra, sencillamente sensacionales. Al igual que la banda sonora, en la que el compositor italiano Dario Marianelli, vuelve a contribuir con un toque ambicioso y deliciosamente envolvente.

En conclusión, Anna Karenina conquista por la vista, es cierto, pero no llega más allá. Constituye un retrato en exceso superficial, incapaz de implicar al espectador en los sentimientos de los protagonistas. Se echa en falta ese resplandor que Knightley suele irradiar en este tipo de papeles, y sobra la comicidad inherente en diversas escenas. El hecho de que se emplee un teatro como telón de fondo no conlleva que se deba ridicularizar y convertir todo en un farsa. Si Tolstói levantara la cabeza...


  • Anna Karenina

  • Título original:
    Anna Karenina

  • Dirección:
    Anna Karenina

  • Año de producción:
    2012

  • Nacionalidad:
    Reino Unido

  • Duración:
    130

  • Género:
    Drama, romance

  • Fecha de estreno en España:
    2013-03-15

Pilar Martínez Cuenca

Pilar Martínez Cuenca (Cartagena, 1987), es licenciada en Derecho por la Universidad de Murcia, aunque su vocación siempre ha sido el periodismo. Actualmente, colabora todos los viernes en Metrópolis FM Región de Murcia como locutora de Metrocine, y es responsable del blog sobre actualidad cinematográfica La Silla del Espectador.

La pasión por el cine se la inculcó desde niña su padre, un amante del western de John Ford y Sergio Leone. Sin embargo, con los años la ciencia ficción se ha convertido en su género predilecto. Steven Spielberg en una entrevista declaró: "Cada vez que veo una película es mágico, sin importar cuál sea su argumento", sería una manera perfecta de describir lo que significa el Séptimo Arte para ella.

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