No hace mucho en estos mismos lares, un servidor se declaraba fan acérrimo de Her (Estados Unidos, 2013), una de las películas mejor escritas y con mayor sensibilidad de los últimos años cuya propuesta se vertebraba en torno a una relación sentimental en la que lo virtual era el elemento definitorio. Infinitamente más convencional pero igual de virtual es la historia de amor de 10.000 kilometros (España, 2014), la película con la que el director novel Carlos Marqués-Marcet compite en la sección oficial de la décimo séptima edición del Festival de Cine Español de Málaga y cuyos resultados, ya se lo adelanto, no han desatado en mi las pasiones de la obra de Spike Jonze.


Tras siete años de relación y justo cuando están decididos a tener un hijo, Alexandra - Natalia Tena - recibe una oferta de trabajo que la obligará a pasar un año en Los Ángeles mientras Sergio - David Verdaguer - permanece en Barcelona. Será entonces el momento de averiguar si sus sentimientos son lo suficientemente sólidos como para mantenerse a flote con tanta distancia de por medio y con la única ayuda de sus ordenadores y web-cams.

Definida por sus autores como una reinterpretación a la inversa del mito de Ulises y Penélope con tintes autobiográficos, 10.000 kilometros tiene un inicio prometedor, con un larguísimo plano-secuencia en el que entramos de lleno en la intimidad de Sergi y Alex, que nos muestra su complicidad y nos describe con milimétrica eficacia lo asentado de su relación, para pasar a continuación a mostrarnos como ambos afrontan el día a día de una vida en común con un océano entre ellos.


Pero sea fruto de una producción hija de los desventurados tiempos que vivimos, valentía de su creador o pura inconsciencia del mismo, lo cierto es que Marqués-Marcet decide reducir la obra a su pura esencia, y haciendo gala del minimalismo más radical sólo vemos en pantalla dos localizaciones y dos actores. Esto que a priori es de alabar, requiere tener un guión sólido como una piedra y un sentido del ritmo muy templado con los que el director (todavía) no cuenta.

No es que le falten méritos a esta cinta que cuenta con algunos momentos realmente bien construidos - aquel en el que Alexandra cocina bajo la estricta supervisión de Sergio o la acertada elipsis a la que se recurre al tratar la infidelidad de uno de los personajes - y una más que aceptable dirección de actores, pero los mimbres son tan escasos que irremediablemente acaban penalizando a la película, cuyo fuelle se va diluyendo al ritmo que lo hace la relación de sus protagonistas.


A pesar de sus buenas ideas, de la química innegable de sus actores y de sus esfuerzos por intentar contar la historia de un modo más o menos novedoso, 10.000 kilómetros acaba siendo una cinta aburrida y redundante, un corto demasiado largo que no satisface al espectador. Una pena.