Carmina o revienta es la ópera prima del actor Paco León, conocido sobre todo por su papel de Luisma en la serie de televisión Aída. Su relación con el cine comenzó en 2001 con Amar y morir en Sevilla, una obra de bajo presupuesto dirigida por Víctor Alcázar, y continuó con pequeños papeles en películas como la magnífica La vida mancha (2003) de Urbizu, Reinas (2005) de Manuel Gómez Pereira, La dama boba de Manuel Iborra (2006) o Dieta Mediterránea (2009) de Joaquín Oristrell.

En esta ocasión se ha puesto tras la cámara para rodar una cinta basada en las propias anécdotas de su madre, Carmina Barrios, una mujer de una intensidad interpretativa sorprendente que nunca antes había trabajado como actriz. Junto a ella, María León (hermana), Paco Casaus (padrino de Paco) y Ana María García (su tía).

La premisa es sencilla: tras un par de robos en su venta de Sevilla, Carmina traza un plan para recuperar el dinero con el que el seguro no le ha querido indemnizar. Estructurada en base a flashbacks, León se vale del talento como narradora de su madre para intercalar primeros planos de Carmina en los que nos habla sobre ella, y escenas -algunas de acción, como la del taxi que se adentra en las 3000 Viviendas- en las que se nos muestran los momentos álgidos que ha vivido la familia en las últimas semanas. Todo aderezado con la enérgica música de los sevillanos Pony Bravo, que hace que uno se revuelva en la butaca.



"La vida es tan bonita que parece de verdad" es una de las frases más brillantes que se escuchan en la película de Paco León. Se la cuenta al cielo Paco Casaus, completamente ebrio y en compañía de una cabra, Marifé, todo un símbolo del surrealismo andaluz.

Reminiscencias de Almodóvar y Tarantino en este fresco desmesurado, que a base de arquetipos refleja, paradójimente, la autenticidad del carácter andaluz, esa forma de hablar y esa forma de contar lo que se dice. Más allá del gag y de la exageración, Carmina o revienta es un retrato del matriarcado andaluz, un homenaje a esas madres que hacen lo que sea para sacar a su familia adelante, pero que además son capaces de reírse de sí mismas.

Una heroína digna de cualquier western, toda una outsider, que como definió Ángel Fernández-Santos, “es un hombre que se encuentra solo en medio de un camino que únicamente es posible recorrer en absoluta soledad, incluso cuando se está acompañado”. En este caso se trata de una mujer. Claro: Ángel no era andaluz.