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Brave
por Sigfrido Gross
Las películas de Pixar nacen, desde sus más tempranos estados de gestación, como muy posibles obras maestras a ojos de gran número de críticos. Es más: para algunos, dicen, son el último resquicio del buen cine americano.
Yo no soy de esos. No creo que Pixar sea la factoría que produce esas obras maestras. Dudo que, más allá de dos películas Wall-E y, sobretodo, Toy Story 3, la filial de Disney dirigida por el (ya) magnate John Lasseter haya legado a la historia del cine películas para la posteridad.
Sí ocurre que son un grupo de cineastas indispensables para entender el cine moderno y el cambio que ha ocurrido en su historia reciente. Sin Pixar, el cine de hoy día no sería lo que es; el impacto que supusieron Toy Story y Parque Jurásico en la industria fue lo que convirtió al cine en lo que es hoy, y es que desde entonces no podemos decir que haya ocurrido realmente nada de mucha relevancia (porque Matrix, El Señor de los Anillos o Avatar solo implicaron un paso lógico más allá, dentro del mismo cambio).
La calidad de los films de Pixar ha variado en cada estreno. Cierto es que pocas veces nos hemos encontrado con una película fallida -no, tampoco lo son ni Cars ni Bichos-, y del mismo modo tampoco encontraremos obras maestras, como antes hemos mencionado.
Brave, última cinta de la factoría, venía con el handicap de haber cambiado de director a mitad del proceso de producción, teniendo en cuenta lo que esto implica para la realización de un film animado, que ocupa mucho más tiempo que una producción normal. Un equipo entero de animadores tuvo que adaptarse a una nueva batuta, y reiniciar un proceso creativo que desde el principio tenía un impulso específico; cambiar ese ritmo y ese tono puede dar cabida a muchísimos problemas que, de hecho, ocurrieron.
Finalmente, y con un producto terminado, podemos decir que Brave es una de las cintas más flojas de Pixar. Es divertida, tiene gracia y, a nivel técnico, es una verdadera gozada; pero su guión resulta tedioso en ocasiones, lento e incluso aburrido.
La presentación de personajes es interminable, sobretodo de los principales, de los cuales casi ninguno cae bien. Mérida, la protagonista, no puede ser una acumulación de tópicos más grande; su madre, la reina, más de lo mismo; y el padre no es más que un peón inservible que no tiene cabida en la historia.
Quizás lo mejor de toda la película esté en la presentación de los personajes secundarios, sobre todo la secuencia en la que se dan a conocer los candidatos a marido de Mérida, cada uno de los cuales es más ridículo y más cachondo. El mejor de todos, un rubio enorme con cierto retraso mental al que nadie entiende.
La historia parece no tener una dirección clara. Tenemos una serie de constantes de los cuentos, que tratan de pervertirse, pero nunca acaban de hacerlo bien. En un principio tenemos un conflicto bastante débil y mil veces visto; Mérida y su madre no se ponen de acuerdo en cómo tiene que ser la vida de la primera: los típicos berrinches de prepúber diciendo a su madre “yo no soy como tú”, “nunca seré como tú” o “nadie me escucha a mí...”.
Después de más de media hora de tonterías por el estilo, la historia toma una dirección distinta y Mérida debe romper un maleficio que ella misma ha decidido caiga sobre su madre. La protagonista desea algo a su progenitora, y al momento se arrepiente de ello; justificando el acto en un malentendido, el guión no consigue dar sentido a un cambio de actitud tan enorme en Mérida. Y la historia se resiente.
Las historias de Pixar siempre tienen ingredientes comunes en todas sus películas. John Lasseter, que es una especie de líder sectario en la compañía, observa cada proyecto desde cerca y es quien finalmente tendrá la última palabra. Ningún film saldrá con el sello Pixar sin que Lasseter le de su bendición. Y es un tipo bastante exigente y muy específico con sus requerimientos.
Así, al final, todas las películas tienen el mismo espíritu. Y eso, se diga lo que se diga, es un problema, porque hace que todas las cintas parezcan la misma. El impulso, el germen, el mensaje o todo el subtexto, siempre vienen de elementos similares o del mismo punto de vista. Al final, ese espíritu sobre el que se construyó la compañía, no varía y hace que ésta no evolucione. Cosa que sí hizo Disney en su momento, aunque poco después se hundiese.
Brave tiene muchas cosas buenas, obviamente. Un evidente número de buenos gags construidos de la debida forma, en los que la comedia -ya sea física o no- está bien explotada. La dosificación de las mismas es muy correcta, lo que viene a significar en idioma castellano, que los chistes ocurren cada determinado tiempo, y este tiempo está bien estructurado.
La animación es sobresaliente. Los movimientos de los personajes, las poses, su manera de andar, de expresarse o de interactuar entre ellos a nivel físico es perfecta. Los animadores de Pixar son verdaderos genios en materia de movimientos, muchísimo más que en modelación.
Y es que los movimientos de un personaje animado nunca deben ser como los de alguien real. Requieren poses que expresen determinadas emociones, y una interpolación entre éstas que resulte orgánica y natural... pero que nunca recuerden a movimientos reales. Ahí, Brave, vuelve a sorprender como sus antecesoras. Cada personaje tiene su estilo, sus miradas, sus poses o su velocidad determinada de brazos o piernas. Sobresaliente, repetimos.
Una película, en definitiva, que entretiene pero no sorprende. Que aunque no aburre del todo, sí tiene momentos muy tediosos. Un film que uno no se arrepiente de ver, pero que poco después ha olvidado, cosa que no tendría porqué ser algo negativo si no fuese porque Brave -y sus responsables- están convencidos de que dejarán una huella imborrable en el espectador. Pixar está demasiado subida debido a la cantidad de críticas positivas, y debe olvidarse de ello si quiere hacer cintas que calen en el público.
Si lo quieren de verdad.
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Brave (Indomable)
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Título original:Brave
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Dirección:Brave
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Año de producción:2012
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Nacionalidad:USA
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Duración:100
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Género:Animación
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Fecha de estreno en España:2012-08-10
Sigfrido Gross
Sigfrido Gross nace en Málaga el 25 de junio de 1984. Su padre lo lleva, desde muy pequeño, a ver todo tipo de películas: desde cine de animación, a Las Tortugas Ninja o desde Batman a reposiciones del cine de Sam Peckimpah.
A parte del consabido trauma perpetuo e irreversible debido a ver cintas como Conocimiento carnal, Akira o Grupo salvaje, Sigfrido también adquiere una profunda e incontrolable pasión por el cine. De todas las épocas y géneros.
Tras estudiar el Bachillerato artístico y algo de fotografía, comienza estudios de Realización de Audiovisuales. Igualmente recibe un curso de guión en la ECAM, el cual le impulsa a profundizar un poco más en la escritura y estudia 3 años de narrativa cinematográfica en la Escuela Audiovisual del Mediterráneo.
Realiza su primer cortometraje, Residuos, que gana un premio a dirección novel en NexoSur y es rechazado en varios festivales por ser considerado 'muy violento'.
Escribe para varios medios de la web artículos sobre cine en todas sus facetas, cosa que alterna con la escritura y corrección de guiones. Para terminar la minibio, digamos lo que siempre se dice: "está trabajando en el que será su próximo cortometraje".
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