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El niño
por Andrés Robles
Pero vayamos por partes. No creo que pueda negarse que, por temática y por locación, El Niño (España, 2014) es un caballo ganador. Y es que la cinta se desarrolla en esos 16 kilómetros que separan Europa de África; en esas aguas del Estrecho de Gibraltar que son puerta de entrada de tantas cosas y que conforman el marco en el que policías y narcos juegan al ratón y al gato. Desde luego ahí hay material para un buen thriller de acción que la película, escrita por el propio Daniel Monzón y Jorge Guerricaechevarría, consigue, pero sólo a ratos. Principalmente por tener una estructura rara y, a juicio de un servidor, poco satisfactoria, cuyo pero más importante es que tarda demasiado en entrelazar esas dos historias - la investigación de una importante red internacional y el menudeo de unos traficantes incipientes - sobre escalas tan distintas del mundo de la droga.
Celda 211 tenía clarísimo a lo que iba, e iba a ello como nadie, con un ritmo que empezaba alto y que, además, no hacía más que subir, dando como resultado una ficción trepidante, en la que uno se implicaba con el héroe y con el supuesto villano, y en la que era imposible aburrirse un solo minuto. El Niño, por el contrario, comienza fuerte y acaba fuerte, pero tiene un valle que cuesta mucho atravesar. No se entiende qué lleva a Mozón a tomar la decisión de pararlo todo en un momento determinado y perderse en una historia de amor que ni justifica nada, ni aporta nada, ni interesa a nadie. La cinta trastabilla en ese tramo central y, lo peor de todo, tarda mucho en volver a encontrar su camino. Si bien debe decirse, para ser justos, que cuando lo retoma consigue que uno se reconcilie con su director y (casi) con el metraje.
La irregularidad del pulso también está presente en el reparto. Luis Tosar, Eduard Fernández, Sergi López... ya se sabe que son palabras mayores y que el agravio comparativo es inevitable, pero es que el grupo de actores jóvenes deja que desear aunque se lo analice de manera aislada. Sólo se salva en él Jesús Carroza, que pese a no salirse de su papel habitual - el secundario graciosete amigo del prota -, sabe darle a su personaje el desparpajo que necesita. Por contra, ni Saed Chatiby, como Halil, ni sobre todo Jesús Castro, como ese Niño al que el protagonismo le viene grande por mucho que su planta nos dé más de una alegría, convencen, y parecen estar leyendo la más de las veces sus frases en un teleprompter.
Ahora bien, donde la película es indiscutible y queda patente de quién es hermana y quién es su padre, es en la acción, con unas secuencias cuya planificación y ejecución refrendan, por si no había quedado claro, el virtuosismo de su director para el género. El par de persecuciones marítimas - en especial la primera - protagonizadas por el helicóptero policial son simplemente inmejorables por su frenetismo y su manejo del tempo.
Lo dicho. Posiblemente El Niño sea mejor de lo que yo creo y el gran culpable de mi decepción sea sólo yo. No está exenta de aciertos, es verosímil en lo que describe, cuenta con una magnífica realización, y supone un buen retrato del inabarcable trabajo al que día a día se enfrenta la policía del Estrecho. Pero realmente considero que sus errores tienen peso específico y que no es ni de lejos una película redonda. Y eso, viniendo de donde veníamos, duele aún más.
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El niño
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Título original:El niño
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Dirección:El niño
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Año de producción:2014
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Nacionalidad:España
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Duración:130
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Género:Drama, suspense
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Fecha de estreno en España:2014-08-29
Andrés Robles
Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".
Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.
Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.
Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.
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