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Un descubrimiento: La llamada de Javier Setó
por Valentín Carrera
Descubrir es una acción siempre interesante. Sobre todo para los curiosos. Encontrar, otro tanto. Disfrutar de lo descubierto y encontrado, un privilegio que nos otorga esa misma curiosidad. En ocasiones, ese descubrir y ese encontrar son fortuitos. En esos casos la satisfacción suele ser inmensa e imperecedera. Cuando descubres y encuentras gracias a la guía maestra de un amigo, un familiar, un conocido, alguien que sabe más que tú, entonces el agradecimiento tiene que ir por delante. Cuando hablamos de cine, descubrir una cinta que resulta interesante, una cinta antigua de la que no habías tenido referencia aunque lleves 30 años viendo películas, es un privilegio. Pero siempre quedan obras con las que poder alcanzar esos pequeños momentos de satisfacción.
Hace unos días pude ponerme ante una copia, no en las mejores condiciones, la verdad, de una película poco conocida y poco convencional, de la que un amigo me venía hablando desde hacía meses. Tras no pocos tumbos, y con bastante suerte, dimos con ella. Y puedo asegurar que mereció la pena el trabajo y la espera. Es casi seguro que, como a mí, ni el director, ni los actores, os digan demasiado. Así que vamos a aparcar esos datos de momento. Sí me parece interesante destacar que se trata de una cinta del año 1965. Una década no demasiado interesante, en lo que a cine se refiere, para mis gustos. Es, La llamada, una película de terror, sin duda. De la rama sobrenatural, tal vez. Con ribetes de drama y de romance. Y con cierto toque de intriga. Una rareza, en definitiva.
Una pareja de jóvenes estudiantes, español él, francesa ella, tienen los inevitables encuentros más o menos furtivos, los jueguecitos correspondientes y los revolcones más bien clandestinos que deparan su situación y el momento. Cualquier escenario es bueno para esos momentos de romance. Un parque, una taberna, una modesta cama... incluso un modesto cementerio. Todo ello fotografiado en un blanco y negro más que interesante en el que priman los grises. Tras una de esas tontas promesas de enamorados, "nos querremos incluso aunque uno de los dos muera", ella vuelve a Francia. Y muere. O no. Él se desespera. La busca. Y la encuentra. O no. Ella no es la misma y él encuentra la ayuda de un profesor de la facultad para tratar de deshacer el entuerto.
En ese tránsito, los blancos son cada vez menos (las camisas, las pupilas y poco más), los negros cada vez más y los grises tienden a negro con creciente insistencia. Una lástima que la copia de la que disponemos tiene algunos trozos en un estado poco recomendable. Los giros de guión son frecuentes y están bien entrelazados aunque hay alguno que visto desde la distancia de casi medio siglo parece demasiado facilón. Pero funcionan. Y el final queda abierto a gusto del espectador. O no. En todo caso, merece la pena revisar esta obra casi desconocida porque la cámara es manejada con sorprendente habilidad. Tanto en los planos fijos como en los movimientos. Apenas hay esos bamboleos tan habituales en esos años, sobre todo cuando hay acercamientos demasiado intensos a los rostros. Y en esta película, los primeros planos son primordiales. Están bien trabajados. Bien iluminados. Bien enfocados y fotografiados. Bien compuestos. Y, además, aportan contenido a la narración.
La iluminación de los exteriores adolece de una cierta falta de medios, pero sobrevive con dignidad. Y la de interiores evoluciona en función de las necesidades narrativas desde la máxima luminosidad hasta el tenebrismo expresionista más sencillo pero eficaz. Incluso la música colabora, como es de desear, a ir generando la atmósfera necesaria. Y los silencios también. Sólo en los últimos 15 o 20 minutos resulta demasiado estridente (tanto la música como los trucos de sonido) pero son excesos perfectamente perdonables porque el conjunto nos ha metido en una historia que vivimos como propia, a pesar de la distancia.
Finalizado el visionado, repaso de nuevo los créditos que me han pasado desapercibidos. Tanto que no me encajan con lo que acabo de ver. Es correcto. Emil Cape, Sun de Sanders, Daniel Blum, Carl Lemos... Nada encaja con lo que acabo de ver. Es como si estuviese dentro de la propia película. Sólo el director se parece remotamente a lo que espera encontrarme. Xavier Setó. Sí, se trata de una película rodada en España (en Madrid, Aranjuez) aunque fuera de los cánones habituales en la época. Más próxima a esas obras maestras como El cebo o a ese cine negro hecho en Barcelona y que poco a poco se va reivindicando por su calidad como Apartado de correos 1001.
Casi todo el reparto y el equipo técnico es, de hecho, español. Muchos de ellos, bien conocidos por los aficionados. Pero es lo de menos. Lo de más es que el conjunto funciona. Aunque nos extrañe y nos sorprenda que funcione. Claro que más sorprendente es que al revisar la filmografía de Setó (breve, en todo caso, ya que murió en el 69 a los 43 años) nos encontramos desde encargos más que cuestionables como Saeta rubia, Pelusa o Pan, amor y Andalucía hasta cine negro como Mercado prohibido o Viaje al vacío, pasando por intentos de cine histórico (en co-producción con EE UU) como El valle de las espadas (estrenada en América como The Castilian).
Sea como sea, y a pesar de las dificultades, os recomiendo está película: La llamada de Xavier Setó, de 1965. Y os animo a seguir descubriendo ese cine semioculto, todavía, que se hizo en España entre la segunda mitad de los 40 y el inicio de la transición. Hay muchos caminos para hacerlo. Y es un poco como coger una cereza de un cesto. Normalmente, al tirar de una salen enganchadas algunas más. No todas están igual de dulces. Pero puestos al tema, no te puedes conformar con comer 3 o 4. Necesitas bastantes más. Y son muchas más las sensacionales que las insatisfactorias.
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La llamada
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Título original:La llamada
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Dirección:La llamada
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Año de producción:1965
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Nacionalidad:España
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Duración:88
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Género:Terror
Valentín Carrera
Desde la República Independiente de El Bierzo me fui a Galicia y he terminado en Madrid. Estudié Periodismo, luego hice Políticas y acabo de terminar un posgrado en Community Manager y Social Media.
Desde hace casi 20 años trabajo en Telemadrid donde empecé de becario y ahora sigo como redactor (entre medias he sido redactor, editor de informativos, redactor jefe y subdirector de informativos y responsable de contenidos para Canal Metro). Me apasiona la tele, el periodismo y la política. Procuro estar al día en nuevas tecnologías, redes sociales y demás.
Hace un par de años que soy vocal de la Junta Directiva de la Academia de Televisión donde he tenido la suerte de participar en la Comisión Organizadora de El Debate de 2011 entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba y de dirigir las 2 últimas ceremonias de entrega de los Premios Iris.
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